En el marco del Project Hyperion, iniciativa organizada por la británica Initiative for Interstellar Studies (i4is), se celebró un concurso internacional para imaginar naves espaciales capaces de llevar humanos en viajes multigeneracionales. El objetivo: alcanzar exoplanetas habitables, como Proxima Centauri b, a lo largo de trayectos que durarían más de 250 años.
De entre cientos de propuestas enviadas por equipos de todo el mundo, se seleccionaron tres diseños destacados. Todos ellos cumplían con rigurosos criterios científicos y sociales, desde sistemas de soporte vital hasta estructuras de convivencia sostenible por generaciones.
Chrysalis: una ciudad espacial autosuficiente de 58 kilómetros
El primer lugar fue para el equipo italiano Chrysalis, cuyo diseño se basa en un cilindro rotatorio de 58 km de largo, dividido en módulos concéntricos. Las zonas más externas albergarían ecosistemas y producción de alimentos, mientras que en las capas interiores se ubicarían viviendas, jardines y espacios sociales. El diseño genera gravedad artificial por rotación y está pensado para mantener una comunidad de 1.000 personas.
La nave sería impulsada por un sistema de fusión nuclear utilizando helio-3 y deuterio, capaz de acelerar gradualmente hasta el 10% de la velocidad de la luz. Con este motor, la travesía a Proxima Centauri b podría tomar cerca de 400 años, incluyendo etapas de aceleración y desaceleración.
Además de su solidez técnica, Chrysalis destacó por la integración coherente entre arquitectura, ingeniería, medio ambiente y psicología social, incluyendo estrategias para mantener la motivación y cohesión entre generaciones nacidas a bordo.

WFP Extreme: diseño clásico con doble anillo rotatorio
En segundo lugar quedó WFP Extreme, una propuesta que recuerda a los clásicos del cine de ciencia ficción como 2001: Odisea del espacio. La nave se compone de un núcleo central y dos anillos contrarrotatorios de 500 metros de diámetro. Cada anillo está dividido en seis vecindarios autónomos con zonas de vivienda, trabajo y recreación.
El núcleo central albergaría las granjas hidropónicas, los sistemas de energía y los centros de control. Su estructura se inspira en conceptos históricos como la estación espacial Stanford Torus, desarrollada por la NASA en los años 70, adaptada aquí para un viaje de largo alcance y poblaciones autosuficientes.
Este diseño destaca por su enfoque modular y su clara separación de funciones, lo que permitiría gestionar emergencias sin comprometer la totalidad del hábitat.

Systema Stellare Proximum: un hábitat dentro de un asteroide con inteligencia colectiva
El tercer puesto fue para Systema Stellare Proximum, posiblemente el diseño más original de los tres. La nave se construiría en el interior de un asteroide hueco, que serviría como escudo natural contra la radiación. Su forma externa recuerda a una medusa interestelar.
Una de sus características más llamativas es el enfoque organizativo: el sistema social sería gobernado por una inteligencia colectiva no humana, asistida por un consejo humano que actuaría como mediador. El modelo propone un entorno fuertemente automatizado, donde las decisiones se tomarían a partir del consenso algorítmico de datos generacionales.
Este diseño destaca por combinar biotecnología, autonomía total y un modelo sociopolítico experimental, aunque su viabilidad dependería de avances significativos en IA y ética intergeneracional.

Más allá del diseño: los desafíos sociales de una misión sin retorno
Todos los equipos participantes del Project Hyperion tuvieron que enfrentar no solo las limitaciones tecnológicas, sino también los dilemas sociales. ¿Cómo garantizar estructuras familiares estables durante siglos? ¿Cómo mantener el conocimiento y la motivación de generaciones que nunca conocerán la Tierra ni llegarán al destino?
Las propuestas consideraron aspectos clave como el acceso a la educación, transmisión cultural, gestión de recursos y políticas internas. Uno de los grandes desafíos será mantener el objetivo de la misión como algo relevante y comprensible para quienes nazcan a bordo, lejos del planeta de origen.
El destino imaginado, Proxima Centauri b, fue descubierto en 2016 y se encuentra en la zona habitable de su estrella. Aunque su tamaño es similar al de la Tierra, aún no se sabe si posee atmósfera o condiciones compatibles con la vida. Además, su estrella —una enana roja— es propensa a violentas explosiones solares.